Tengo que dejar de fingir que las cosas están bien, porque no están bien. No todo siempre tiene por qué estar bien, en realidad. Y siempre que algo está bien, algo lo compensa estando mal, aunque no nos demos cuenta y nos dejemos cegar por la felicidad de lo bueno. Al fin y al cabo, cuando siento que algo en mí está demasiado bien, me resulta sospechoso, me digo que no puede ser, que algo tendría que andar mal al mismo tiempo. Y ahí es cuando otra parte de mí se cae y rompe en pedazos espectacularmente. Já, ahí estaba lo malo.
Finalmente, tenía razón.
Finalmente, tenía razón.
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